Homosexualidad en España. El riesgo de obedecer sin cuestionar.
Valla por delante, soy un ferviente defensor de la ley. No obstante, es que me dedico a eso. Creo que si no hay un compromiso de respeto a las normas establecidas, esto se convierte en una anarquía. El sálvese quién pueda. Pero… ¿Toda ley, por el hecho de serla, es correcta?
En este 2018 se cumplen 40 años de la despenalización de la homosexualidad. 40 años desde la supresión en la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de los supuestos referidos a esta condición sexual. Y es que, como dice Manolo Cortés en una reciente entrevista, por aquellos entonces los homosexuales no solo eran «pecadores», también eran delincuentes.
Ahora nos parece inconcebible, pero lo cierto es que en ese momento ser civilizado, ser un buen ciudadano, conllevaba repudiar la homosexualidad. Ser respetuoso con la legislación vigente implicaba perseguir, denunciar y castigar este tipo de conductas. No hace tanto tiempo hubo una sociedad que vio regidas sus conductas por esas normas: la homofobia estaba legalizada.
Y eso me lleva a plantearme la importancia de tener sentido crítico. Cumplir la ley es necesario, sí, pero más importante aún es no perder la capacidad de cuestionarnos las cosas, los patrones de conducta, las normas establecidas.
Como abogado soy conocedor de muchas normas injustas, que a todas luces deberían ser cambiadas. Pero ahí siguen. Porque la sociedad va un paso por delante de la ley. Siempre abre camino, y a rebufo, con tremenda lentitud, llegan los cambios normativos.
Y otras tantas normas de las que quizás ahora no somos conscientes, pero de las que algún día nuestros hijos nos hablarán. Y nos preguntarán como no veíamos que eran normas obsoletas, que adolecían de sentido alguno. Y, avergonzados, les explicaremos que las entendimos válidas porque sencillamente las aceptamos como tales, sin analizarlas ni cuestionarlas. Sin hacer uso del sentido común.
Gracias a las leyes podemos vivir en sociedad, pero para evitar que esta sociedad enferme no debemos perder nuestra capacidad de pensar, de discernir, de cuestionar lo que nos rodea.
Dedico esta entrada a todos los que se han sentido perseguidos (legal y socialmente) por su condición sexual. Porque tuvieron que demostrarles al mundo que no eran delincuentes.