Presión, (aunque duela) bendito tesoro.
Sí, has leído bien. Presión, por mucho que duela, por mucho que fastidie…bendito tesoro. El caso es que hoy no iba a escribir sobre esto. Tenía en mente otras entradas. Pero las circunstancias mandan, la ansiedad me ahoga, y, desde lo mas adentro, fluyen estas palabras.
Un hombre fue en una ocasión al psicólogo porque se encontraba muy triste y le costaba sonreir. El psicólogo tras escucharlo, le dijo: «Acaba de llegar un circo a la ciudad, y tiene un payaso muy bueno, su espectáculo es divertidísimo, le recomiendo que vaya a verlo». El hombre, contrariado y con resignación, le respondió: «Pero Doctor, ¿es que no lo entiende? ¡Yo soy ese payaso!»
Seguro que te has sentido identificado/a con esta historia. Porque la procesión va por dentro. Y todos tratamos de regalar la mejor de nuestras sonrisas, aunque, el peso de todos nuestros frentes, nos va venciendo.
Y a veces, por la vorágine de nuestro ritmo de vida, ni nos nos damos ni cuenta. En otras ocasiones sí que somos conscientes, pero nos da miedo sentirnos débiles y tiramos de bemoles. Pero por mucho que aprietes dientes lo cierto es que la presión de nuestras circunstancias (cada uno, las suyas) va haciendo mella. Y, de pronto, un día, la gota que colma el vaso y, sin comerlo ni beberlo, la ansiedad hasta ese momento contenida se derrama por los cuatro costados. ¿A qué te ha pasado?
Presión, bendito tesoro.
El día a día de un abogado es una locura. La presión de querer ayudar a la gente con sus problemas. Nosotros «no apagamos el ordenador». Cuando son las 10 de la noche y estás en el sofá de tu casa, la pantalla estará desconectada, pero tu cabeza sigue dando vueltas. Sigue pensando en como encontrar la mejor solución a este o aquel procedimiento. El peso de cada caso presiona tu plexo solar, hasta que un día cuesta respirar.
Y eso me paso a mi ayer. Una semana laboralmente complicada (cuando no es fiesta). Unida a una contractura cervical. Cuestiones personales que no terminan de salir como a uno le gustaría. Sin olvidar la hipoteca. Total, que, superada la linea de flotación, la presión se hizo insoportable. De pronto, el payaso pierde su sonrisa. Toque de corneta, toca pararse y reflexionar.
Pensar que cuando la tormenta es más fuerte, aprendes a vivir bajo la lluvia. Y me obligo a recordarme que solo el que corre puede notar el aire fresco en la cara. Ladran, luego cabalgamos querido Sancho. Es cierto que necesitamos estabilidad, pero crecer implica incertidumbre. Así que si quieres avanzar hay que pagar el precio: la presión. Hay que visualizarla como una señal de que estás haciendo las cosas bien, de que avanzas contra viento y marea.
Por mucho que duela, por mucho que fastidie, la presión, bendito tesoro.
Y, para mi, escribir es una terapia. Verbalizo mis miedos. Los vomito en palabras y se hacen pequeños. Ya no asustan tanto. La presión de nuevo es controlable. Recupero la sonrisa y a seguir luchando.
¿Además de tu trabajo, cuantos frentes tienes abiertos? ¿Has sentido que, el día menos esperado, por la tontería más insignificante, de pronto, te costaba respirar? ¿Cuántas veces te has visto superado/a por la presión?
Pablo Romero. Mi abogado de confianza.
Abogado en Granada.
Fuentes de Presión, (por mucho que duela) bendito tesoro: foto de entrada, foto de pie.
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