¿Discutir con otro conductor? Por desgracia, no te lo recomiendo.
¿Merece la pena discutir con otro conductor? Lo normal es que si te acaban de hacer una «pirula» al volante que ha estado a poco de provocar un accidente de tráfico, le recrimines al otro conductor su actitud (o directamente, le mentes a su familia)
Eso es lo que le pasó a una clienta que acaba de llegar a mi despacho. Iba con su moto cuando otro coche, conduciendo de aquella manera, estuvo a punto de tirarla al suelo. Acto seguido (mi clienta) se puso a su lado y le llamó la atención.
Se puede decir que esta mujer actuó correctamente, hizo lo que todos, en teoría, deberíamos hacer. Pero ¿merece la pena discutir? Como puedes imaginar, si había venido a hablar conmigo es porque la cosa no salió tan bien. De hecho, tras recriminarle su actitud, el contrario, ni corto ni perezoso pensó que la mejor respuesta era atropellarla con el coche. Toma castaña.
Discutir con otro conductor: casos que he llevado.
Y este caso me ha recordado otros que, como abogado, he llevado. Déjame que te cuente los dos más «gore», que son hasta difíciles de creer.
Cliente que sale tranquilamente con su bici un domingo por la mañana. Su momento de desconexión tras el estrés de la semana. Va tan tranquilo cuando, de repente, se lleva una desagradable sorpresa. Al conductor del coche que iba un pelín adelantado a su derecha, sin percatarse de su presencia, no se le ocurrió otra cosa que, bajar su ventanilla y escupir. Total, que le dió de lleno.
Mi cliente se acerca y le recrimina su falta de cuidado. El conductor del coche no tiene gana de discutir y decide cortar por lo sano girando a su izquierda y atropellando al ciclista, dándose a la fuga. Pero espera que ahí no acaba la película. El ciclista consigue levantarse y montarse en la bici para alcanzar al conductor en un semáforo más adelante. Mientras llama a la Policía, nuestro amigo el conductor tiene la brillante idea de salir con un palo (sí, sí, un palo) e irse a por el ciclista a ponerlo calentito. Así se las gasta el personal, lo que te cuento es real como la vida misma.
Pero, siendo lo que te acabo de contar de traca, la que se lleva la palma es la siguiente: cliente que va con su moto por una avenida y un coche le pasó «rozando el largero». Más adelante, por circunstancias del tráfico, el coche se detiene en un carril de acceso a la autovía. Mi cliente lo alcanza, le toca a la ventanilla y le reprocha el poco cuidado. Se ponen a discutir pero como la circulación se vuelve a poner en marcha ambos se incorporan a la autovía.
Lo que viene ahora es de traca: el conductor del coche no se tomó muy bien las palabras de mi cliente, así que se puso a su altura (a la derecha de la moto), mientras ambos circulaban en medio de la autovía, bajo su ventana, saco su brazo y, sin miramientos, empujó a mi cliente con su moto al suelo. Echale guindas al pavo. Todavía me cuesta creer que saliera vivo de aquella. Tuvo suerte de que no viniera ningún vehículo justo por detrás que le pasara por encima. Eso sí, se llevó lesiones graves de regalo.
Muchos pensaréis que me lo estoy inventando o exagerando. Insisto, real como la vida misma. Y todo por el terrible pecado de recriminar la conducta de otro conductor y discutir con él.
Si os soy sincero, cada vez que voy conduciendo y alguien se me cruza con chulería (en plan «soy el rey del mambo») se me vienen a la cabeza estas historias y reprimo los cariñosos calificativos que ya empezaban a asomar por mi garganta. Sé que es injusto, sé que al final son ellos los que se salen con la suya, pero sinceramente pienso que no merece la pena.
Seguro que conoces a alguien de los que saltan como un resorte. De los que comienzan a discutir sin pararse a pensar en las posibles consecuencias. Es triste, pero mejor coméntale estas anécdotas. Vale la pena (al menos, así lo veo yo) pensárselo dos veces y poder seguir tranquilamente tu camino.
Pablo Romero. Abogado en Granada
Fuentes: foto de entrada, foto de pie.
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