Modo quejarse activado. Un poquito de «por favor»
Empecé a escribir esta entrada muy enrabietado, con el modo quejarse activado y echando humo por las orejas. Era 1 de agosto y se suponía que tendría que estar de vacaciones. Sin embargo, la última semana de julio contactó conmigo un posible cliente que necesitaba urgentemente una cita.
Como este señor estaba muy angustiado accedí a estirar un poco más mi días de curro y verlo ese lunes. Y para mi sorpresa, ni apareció en el despacho.
Así que, en ese momento, se me ocurrió escribir una entrada en la que comentara que son muchas las ocasiones en las que me llama gente pidiendo y concertando una cita que luego el día de autos en el despacho no aparecen, si te he visto no me acuerdo. Y lo más sangrante es que no se toman ni un minuto en avisar y cancelar la cita, para que tú te puedas organizar.
Como te puedes imaginar, este tipo de situaciones te desmonta toda la agenda. Hay gente a la que no has podido ver porque tenías ya la hora reservada, o te has preparado una consulta para nada.
Así que tenía pensado escribir una entrada en ese sentido, tirando de ironía al pedir a los cuatro vientos un poquito de «por favor».
Quejarse no sirve de nada.
Pero, conforme iba escribiendo la entrada, había algo que me incomodaba. Como esa pequeña llaga en la lengua, que por diminuta que sea, te va irritando cada vez más hasta que se hace tan insoportable como si te estuvieran torturando los de la KGB.
Así que, para averiguar cuál era la llaga de esta entrada, me puse a darle al coco, hasta que descubrí el verdadero trasfondo de todo esto: no me encontraba a gusto porque estaba llorando. Y quejarse no sirve de nada.
Sí, es cierto, sigue siendo un incordio que la gente no acuda a una cita sin avisar. Eso no lo pongo en duda. Pero, ¿lamentándome voy a solucionar algo? Absolutamente nada de nada.
Lo cierto es que quejarse es una droga muy dura. Es la solución fácil. Nos aporta una falsa sensación de protagonismo y actividad: frente a un problema reacciono ¿cómo? pues protestando. Hablamos del deporte nacional de nuestro país. Y si no, date una vuelta por las redes sociales leyendo comentarios de gente vomitando odio y penas
Pero ¿tú conoces a alguien que haya legado lejos llorando? ¿acaso puedes visualizar a alguna persona que merezca tu admiración que se tire todo el día protestando?
Sencillamente no. Y eso es algo que me repito una y otra vez porque constantemente se me olvida. No merece la pena malgastar ni un minuto de tu tiempo compadeciéndote y victimizando. Por extraño o duro que pueda ser, hay que darle la vuelta a la tortilla y buscar, en todas esas situaciones que nos fastidian, algo útil o de provecho. Siempre hay un tesoro escondido, una lección de vida. Es una cuestión de actitud. Porque las cosas no dependen tanto de como te atacan, sino de como reaccionas ante ellas. Al final eres tú el que tiene la última palabra.
Así que modifiqué el contenido de mi primera entrada y, después de reflexionar, he preferido escribir acerca de cómo muchas de esas personas que me han dejado «tirado» me han obligado a repasar o estudiar temas que, tiempo después, me ha servido para otros clientes, brindándome nuevas e increíbles oportunidades. O cómo me han ayudado algo esencial y, a veces, invisible a los ojos: a valorar mi tiempo, a darle la importancia que tiene….me han ayudado a respetarme.
Finalmente, que me hayan dejado plantado en una cita me ha servido para escribir esta entrada en la que de nuevo me grito a mi mismo que «un poquito de por favor», porque quejarse no sirve de nada. Ahora sí, escribir estas palabras, me ha merecido la pena.
Pablo Romero, abogado en Granada
Foto de entrada, foto de pie.
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