Vas a firmar el divorcio. Estás totalmente convencido, pero, de pronto, te entran las dudas.
Dejadme que os cuente una anécdota que le ocurre a todo opositor, y que, yo mismo, sufrí en mis carnes.
Llevaba ya dos años estudiando judicatura y salió la convocatoria para el próximo examen. Os pongo en situación: cuando acabas de empezar unas oposiciones tan duras como estas, en los primeros años no te sueles presentar a ninguna convocatoria, porque apenas te ha dado tiempo a estudiarte un tercio del temario. Suele ser a partir del segundo/tercer año cuando te animas a probar suerte.
Y por mucho que lleves ya mucho tiempo hincando los codos (insisto, en mi caso dos añitos) y, por tanto, estés más que convencido y concienciado de a dónde vas (si estás estudiando no puede ser para otra cosa que para examinarte) en el momento de firmar la convocatoria te entra un canguelo sideral.
Si lo piensas es totalmente absurdo. Si uno se esfuerza con tanto sacrificio empollandose un temario, lo mejor que pudiera pasar es que te den la oportunidad de examinarte para demostrar lo que sabes. Para sacarte las oposiciones. Es decir, es el momento de obtener frutos del trabajo realizado, porque lo contrario es como nadar mar adentro y no querer salir: renuncias a la salvación de la orilla y terminas ahogándote sin remisión.
Pero, el problema, es que es en ese momento en el que le das forma a todo lo que hasta entonces,, por muy convencido que estuvieras, era intangible. Le pones nombre y apellidos (o más bien fecha) a lo que era solo una ilusión.
Total, que te tiembla la mano mientras te cagas patitas abajo.
Firmar el divorcio.
Pues tengo muchos clientes que tienen claro, no, cristalino, que toca divorciarse. Son plenamente sabedores de que la relación ya ha muerto, y que todo lo que no sea poner punto y final es prolongar una agonía.
Pero, a la hora de firmar, ay amigo (o amiga), se les desmorona todo. Firmar es que ya no hay vuelta atrás. Haces corpóreos tus fantasmas. Dejan de ser una simple pesadilla, convirtiéndose en la cruda realidad.
Y siempre se hacen la misma pregunta ¿qué me ocurre? ¿acaso no lo tenía claro? A lo que les respondo que, tranquilos, es humano y natural, yo también me vine abajo al firmar mi primera convocatoria de oposiciones.
No puedo terminar esta entrada sin pensar que, firmar el divorcio, supone recitar los versos del gran Sabina, cuando decía aquello de:
Este adiós no maquilla un hasta luego
Este nunca no esconde un ojalá
Estas cenizas no juegan con fuego
Este ciego no mira para atrás
Este notario firma lo que escribo
Esta letra no la protestaré
Ahórrate el acuse de recibo
Estas vísperas son las de después
A este ruido tan huérfano de padre
No voy a permitirle que taladre
Un corazón podrido de latir
Este pez ya no muere por tu boca
Este loco se va con otra loca
Estos ojos no lloran más por ti
Abogado especialista en Derecho de Familia.
Pablo Romero, autor de “la BIBLIOTECA de DERECHO DE FAMILIA”
Abogado en Granada.
Pablo Romero
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